martes, 1 de enero de 2013

Capítulo 77 La máquina del tiempo (Ante-último capítulo!)

-Paul que haces aquí?-Pregunté algo nerviosa.

-Debería ser yo quien haga esa pregunta.-Contestó con un semblante que inhibiría a cualquiera.

-Perdón? Esta es mi casa.

-Vamos, Angela.-Dijo esperando una respuesta.-Sé que ocultas algo.

Mierda, lo sabía. Él era el ser humano más intuitivo que hubiese conocido jamás.

-No sé de que hablas.-Me paré. Ahora que estaba a su altura, ya no parecía tan intimidante como hacía unos segundos.

-Podría guardar tu secreto.-Contestó al parecer más tranquilo y puso una mano sobre su frente.-Sucede que la duda me está carcomiendo el cerebro.

Esperó una respuesta, pero yo estaba muy concentrada en deliberar si debía decirle la verdad o no.

-He llegado a pensar que eres un pirata, sabes?-Dijo medio riendo en vista de que no respondí.-O quizás un alienígena.

-Se puede saber a que se deben estas extrañas suposiciones?-Pregunté con seriedad, gesto que él imitó.

-Comencé a sospechar con Stuart.-Dijo e hizo una pausa. Ay, Stuart, era tan... tan!-Y hace unos días acabé de comprobarlo.

-Comprobar que?-Pregunté algo nerviosa.

-Es extraño. Has hecho amistades con personas que luego todas se hicieron importantes!-Contestó rascándose la cabeza. Tuve ganas de huir de allí, pero el me obstruía el paso.

-Nunca pensaste que quizás es una casualidad y estás loco?

-No creo en las casualidades.-Nunca lo había visto más serio.-Todo pasa por alguna razón. Es decir, si hubieses llegado tres, tal vez dos minutos después, nunca hubieses conocido a Keith Moon. Ahora comprendes de que hablo? Así sucede con todo. Si no hubieses pasado por una determinada hora por alguna desolada calle, o entrado a un específico colegio, no hubieses conocido a muchas personas. A menos que hubieses sabido de antemano que estarían allí, pero eso no es así, no?

-Paul, yo...-Estaba diciendo, pero me interrumpió.

-¿Sabes? Parece como si vinieras del futuro.-Dijo con la mirada perdida y se me heló la sangre. Sin embargo agradecía que sus ojos verdes no hubiesen estado clavados en mi en el momento en que decía eso.

-Te parece muy descabellada esa idea?-Definitivamente tendría que contarle.

-La verdad que si.-Rió pero cayó en la cuenta de lo que había dicho y volteó a mi clavándome sus ojos verdes como rayos.-Espera... es que tu?...

-Si, Paul.-Contesté y bajé la mirada.

-Lo sabía!-Dijo, ahora sonaba mucho más relajado. Sin embargo tenía cierto tono de ansiedad y algo de emocion.

No contesté, simplemente no sabía que decirle.

-De que año?-Preguntó.

-2012. Bueno, llegué aquí en el 2011 y ya casi es 2013.-Contesté.

-No puedo creerlo.-Se sentó en la escalera con las manos sobre sus piernas. 

Luego de un par de minutos de silencio, cuando salió de su asombro, volteó hacia mi.

-Y como es eso?-Preguntó.- Explícamelo todo! Como es que llegaste hasta aquí?

-Bueno.-Suspiré, debía comenzar la narración desde el principio.-Huimos de América hacia Londres con mi hermano. El fin era conocer a un tío llamado Alfred, cosa que nuestros padres no aprobaban, vaya a saber uno por qué. Llegamos a su casa y allí estaba! Parecía salido de una película. Y luego el karma de haber desobedecido a nuestros padres saldó una cuenta pendiente, haciéndonos comprender la razón del deseo de ellos de que nos alejáramos. Él era un científico, sin mucho éxito, hasta ahora, claro. Un buen día envió a mi hermano a otro tiempo, así... de la nada! Ni él sabía a donde lo había enviado. Por lo tanto tuve que venir yo también, a rescatarlo.

-Wow.-Fue lo único que dijo McCartney.-Ese hombre es despreciable.

-Lo mismo digo yo.-Contesté.-Pero hay algo en él que me hace dudarlo. Después de todo fue quien me trajo aquí, no?

-Así es.-Dijo y reflexionó el también. Luego de unos segundos, rompió el silencio.-Angie...

-¿Qué pasa?-Contesté. Cada palabra que emitíamos resonaba en todo el pasillo desolado.

-Y como es la explicación científica de todo esto?

-Es muy complicada. Estoy segura que Félix podrá hablarte de eso más tarde.-Dije.

-Ajá. Y...-Se detuvo a razón de que una sonrisa se formó en su rostro.-Viniste en una máquina del tiempo como las películas?

-Algo así.-Sonreí.-Quieres verla?

-No me lo perdería por nada del mundo.-Contestó y se paró.

Me acerqué seguida por él a mi habitación, que estaba en la tercera puerta a la derecha. Era espaciosa, si no recuerdan su descripción pueden regresar a los primeros capítulos o bien omitir esto y continuar con la historia.

Me fijé abajo de la cama y... nada. Sinceramente no recordaba donde la había guardado. Abrí todos los cajones del lugar, mientras McCartney me observaba desde el umbral de la puerta.

-¡Ya sé!-Exclamé y me dirigí hacia el gran ropero.

Abrí las pesadas puertas del mueble de roble y revolví entre los grandes abrigos. Y allí, detrás de todos los zapatos y cajas estaba el artefacto metálico. Lo tomé con las dos manos y se lo enseñé triunfante a Paul.

-Es magnífico.-Respondió y se quedó observando la parte del artefacto que tenía el marcador de los años.-Qué es eso?

-Cosas que aún no existen.-Respondí.

-Tienes idea de cuantas cosas podrían hacerse con esto?-Dijo imaginativo.

-Ninguna. Es peligroso.-Contesté.

Paul examinándola, presionó sin querer "el botón". La máquina rugió como un león en la más verde de las praderas. Todo se volvió confuso e irreal. Luego de la extraña sensación de adormecimiento, prosiguió la etapa cuando todo se vuelve real. En ese momento, oí como Paul dejaba escapar un "¡Oooh!" de sorpresa.

En un abrir y cerrar de ojos, nos encontrábamos sobrevolando los techos de una ciudad, bastante diferente a Londres, como fantasmas sin rumbo. Paul me dedico una mirada de asombro. No pude comprender por qué no nos encontrábamos en Inglaterra, sino hasta que recordé que mi hermano, mientras mostraba la máquina a John aquella vez, lo programó para... Oh no!

Cuando me percaté de lo terrible del error ya era tarde. Estábamos en una habitación espaciosa y sumamente oscura, salvo por un par de velas que iluminaban el centro del lugar, parecía ser un sótano. 
Observé con atención más detalladamente y pude notar que dentro de otros objetos irreconocibles para mi conocimiento, había varios cartuchos de balas y cajas con comida enlatada. Parecía un lugar desierto, sin embargo uno se sentía observado.

-¿Dónde estamos?-Susurró Paul.-Parece ser un cuartel.

-Creo que ya se.-Contesté.-Y espero estar equivocad..

Estaba diciendo, cuando una puerta se abrió dejando entrar algo de luz, sin embargo no podía distinguirse si se trataba de el sol o la claridad de la noche. En ese momento alguien bajó desde la puerta por una escalera y comprendimos que ese "cuartel" tenía un nivel de altura por debajo de lo normal. El hombre anteriormente mencionado susurraba varias cosas mientras sacaba un pañuelo del bolsillo de su chaqueta y se secaba la frente, como un gesto de nervios. Él no podía vernos, puesto a que nos encontrábamos fuera del perímetro precario que abarcaba la luz de las velas y al abrir la puerta, con Paul nos habíamos agachado con la idea de que así nos vería menos.

El sujeto descendió aún más y cuando ya estaba sobre el suelo firme la claridad dejó que lo apreciáramos un poco más. Parecía tener un uniforme militar y botas del mismo. En ese momento, el estúpido de Paul hizo un ruido extraño, por el cual el hombre volteó a observar de donde provenía. Afortunadamente no notó nada extraño, debido a que McCartney se quedó como una estatua.

Sin embargo, eso no es lo importante de todo esto, sino que al voltear, pudo verse con completa claridad su uniforme y el símbolo que llevaba este. Lamentablemente no me equivocaba, nos encontrábamos en Berlín de 1945: la Alemania Nazi, término de la segunda guerra mundial.

Y adivinen quién era ese hombre que estaba frente a nuestros ojos... nada más ni menos que el mismísimo Adolf Hitler. El hombre se sentó en una mesa que había en el centro de la habitación y apoyó la cabeza sobre sus manos y se quedó así un buen rato. Cuando por fin dio señales de vida, lo primero que hizo fue sacar un arma de su uniforme y observarla unos minutos. Tomó un vaso que descansaba sobre la mesa y le vació el contenido de un sobre. Luego de tomárselo dirigió el revolver a su cabeza. Estábamos presenciando un momento crucial en la historia de la humanidad

-Chst.-Llamé a Paul lo más despacio que pude.

-¿Qué pasa?-Contestó en el mismo tono.

-Ya sé donde estamos.

-También yo, que crees que debamos hacer?

-Pues nada!-Contesté.

-Podríamos hablar con él, no crees? O entregarlo al ejército Ruso... y que sufra!-Dijo y su expresión tomo una mueca diabólica.

-¿Estás loco?-Lo regañé.-No podemos cambiar el futuro!

-¿Y si evitamos que se suicide? Luego podríamos hablarle... al fin y al cabo moriría por el efecto del cianuro que acaba de ingerir.-Sugirió.

-Podría ser...

-Debe ser un hombre muy interesante aunque no puedo contener mis deseos de verlo morir.-Dijo volviendo su lado macabro.-Y creo que... acaba de vernos.

El hombre dijo algo en su lengua natal, el alemán, que no comprendimos pero fue verdaderamente intimidante.

-Disculpe señor, no hablamos alemán.-Dije nerviosa y parándome. Era la persona que más intimidaba de todas las que tuve frente a mí.

Pareció sorprendido y más nervioso de lo que se encontraba aún. Paul, quien había permanecido hasta ese momento escondido y con una cara de susto increíble, se paró también. Con la máquina en sus manos.

-Qué es eso?-Balbuceó el hombre con la mirada fija en la máquina, en un ingles algo primitivo.

-Una máquina, señor.-Contestó Paul. Resultaba chistoso la forma de tratarlo de usted, pero no me reiría sino hasta más tarde.

El sujeto dijo algo en alemán e hizo una seña para que nos acercáramos, y así lo hicimos, no vaya a ser cosa de que nos matase.

-De que se trata este aparato?-Preguntó con la mirada fija en Paul, al parecer a él era el único a quien le hablaba.

-Es una máquina del tiempo, somos viajeros, señor.-Contestó y bajó la vista, verdaderamente era intimidante.

Como las anteriores veces, el hombre volvió a susurrar algo en su lengua natal, pero esta vez asombrado.

-Perdona dijiste "somos"?-Preguntó.

-Así es, señor. Ella y yo.-Contestó Paul.

Por primera vez, reparó en mi. Lo que más me llamaba la atención, era su mirada completamente extraña. Nunca había visto una igual.

-De que año provienen?-Preguntó con una chispa como la de un rayo.

-1969.-Contestó Paul.

-2012.-Dije yo y ambos me dedicaron una mirada.

En el momento en el que terminé de decir eso, el hombre tomó su revolver de la mesa. En ese momento el corazón se me paralizó, nunca había sentido tanto miedo en mi vida. Sin embargo el alma me volvió al cuerpo cuando el sujeto guardó el objeto en su chaqueta.

-Vamos.-Dijo sin más ni menos, con ese inquietante tono de inglés y alemán.

-A d-donde?-Tartamudeó Paul.

-Pues al 2012.-Contestó y McCartney me dirigió una mirada acompañada de una seña que significaba "esto es horrible".-Supongo que existirá la tecnología para contrarrestar el efecto del cianuro. No hay tiempo que perder!

-Como no, señor.-Dijo Paul.-Ya va.

-McCartney!-Dije llevándomelo un poco más lejos.-No estarás pensando hacer lo que yo creo, no es así?

-Pueden apurarse infelices?!-Dijo el hombre.-Todo el ejército ruso está pisándome los talones.

-Ya, Angie!-Gritó Paul y toqué la máquina.

Pude ver como la imagen del diabólico hombre se volvía más y más irreal. En el momento en el que sobrevolábamos Alemania, pude notar dicho ejército acercándose, luego todo se esfumó dejándonos en una pureza encadilante. 


-Eso fue increíble.-Dijo Paul, que se encontraba parado sobre... la nada.

-Más bien espeluznante.-Contesté.

En ese momento prosiguió la etapa de la realidad nuevamente y muy a mi sorpresa... tampoco era Londres.

-A donde nos enviaste?-Dije como pude con toda la confusión que eso provocaba.

-No lo sé, puse un número al azar.-Contestó igualmente adormilado.

Pudimos ver de que se trataba todo. No estábamos en Londres, pero tampoco rodeados de nazis. Es más, parecía no haber nada, ni una sola edificación  Excepto... pirámides! Al parecer estábamos en la mística sociedad egipcia. Bien, creo que sería más complicado salir. 

-Quiénes son ustedes y que hacen aquí?-Preguntó aterrado un hombre sumamente alto con la cabeza cubierta.

Al parecer teníamos vestimentas muy inadecuadas para la ocasión.

Observé a mi al rededor, nuevamente estábamos dentro de una edificación. Sin embargo, esta era mucho más espeluznante de que la anterior. Un centenar de antorchas adoraban las paredes de incontables ladrillos. Parecía ser el interior de una pirámide importante, debido a la gran cantidad de adornos y esculturas.

-Voy a llevarlos inmediatamente con el faraón!-Exclamó el hombre firme.

-Alto!-Exclamé con soberbia.-Venimos del más allá. Si nos desobedeces, te exterminaremos... y a toda la raza humana!

Oí como Paul dejaba escapar una leve risita, pero era un buen plan. Resulta que el hombre se asustó tanto que no le quedó más opción que obedecer. Luego de investigar un rato el lugar, muy a mi pesar, deducimos que nos encontrábamos en una especie de sub-suelo. No logramos encontrar una salida, parecía tratarse de un laberinto.

De pronto, cuando atravesábamos la habitación más oscura y espeluznante, una puerta se cerró detrás nuestro de un rotundo golpe. Nos exaltamos y miramos hacia atrás, el aterrado sujeto que nos acompañaba nos había encerrado quién sabe donde.

-Maldito bastardo.-Gruñó McCartney.

-Luego vamos por él ¿Cómo se atreve a desobedecer a un viajero del futuro?-Contesté.

-Esto es asombroso.-Dijo él asombrado y observando a su al rededor.

-Yo opino que debemos irnos cuanto antes.

-¿Qué? ¿Tienes miedo?-Dijo con una pícara sonrisa.

A continuación todas las antorchas se apagaron como por arte de magia, dejándome con el corazón en la boca.

-No es gracioso McCartney.-Contesté.

-¿Qué cosa?-Oí que dijo, no podía verlo en lo absoluto.

-No te hagas el estúpido, ya sabes de que hablo... la luces.

-¿Ah sí? Pues yo creí que habías sido tu.-Dijo con la voz temblorosa.

-¿Yo? ¿Para que querría hacerlo?-Contesté. Hablaba para ocultar el miedo que me provocaba estar ahí.

-No sé, te gusto.-Rió.

-¿De verdad crees eso?-Reí aún más.

-Bueno... de hecho estás tocándome.-Dijo algo confundido.

-¿Qué? Yo no estoy tocand...

No terminé la frase, cuando todas las antorchas de la enorme habitación se encendieron nuevamente, pero con un tono extrañamente desconocido. Parecía una luz antigua, muy vieja.

De pronto, miré hacia Paul, quería ver de que se traba lo que acababa de decir y... ¡Oh, no!

-Angie-Dijo Paul sin voltear, aterrado y tragó saliva.-Por favor, dime que no es lo que estoy pensando.

No contesté. Porque no me salía la voz, y porque un murmullo llenó la habitación. Nada más se oía "Tutankamon" repetidas veces. Si bien al principio era un susurro, cada vez iba aumentando su intensidad y volumen. Tanto, hasta que luego de 5 segundos parecían gritos, como de un ritual extraño.

-¡Ahghahga!-Exclamó algo detrás de Paul y este por fin volteó.

-Aaaaahhhh.-Gritó McCartney.-¡Una momia!

-Debemos salir de aquí.-Contesté.

Conocíamos la leyenda del antiguo faraón Tutankamon, pero nunca lo habíamos creído real. Ambos corrimos hacia un extremo de la habitación. La momia, como suele describirse, era demasiado aterradora para ser verdad, pero también así, muy lenta. Su cuerpo destartalado y en descomposición nos otorgaba varios minutos de ventaja.

Repentinamente visualizamos la máquina, estaba en el otro extremo, justamente al lado del espeluznante sarcófago. Para alcanzarla debíamos atravesar toda la habitación.

-Tengo un plan.-Dijo Paul, a quien todo esto parecía divertirle.

-¿Cuál?-Contesté.

-Tienes que alcanzar la máquina, yo distraeré a la momia.-Dijo firme.-Cuando la tengas nos acercamos aquí. ¿De acuerdo?

-Si.-Contesté.

-¡Ya!-Gritó y salimos a nuestras posiciones.

Por mi parte rodeé la habitación cuidando cada paso, pues podía haber trampas ocultas inimaginables. Hasta que por fin llegué, sin prestar demasiada atención al desorden que estaba ocasionando Paul, aunque deseé voltear más de una vez.

-¡Ya la tengo!-Dije y corrí hacia donde estábamos minutos antes.

Paul había atado a el gran faraón con sus propias vendas y estaba intentando encerrarlo en el sarcófago, mientras la momia exclamaba palabras inentendibles tales como "Argsjagrashd". Cuando por fin pudo encerrarla, el murmullo cesó y las luces volvieron a la normalidad. 

-Eso estuvo cerca.-Dijo Paul corrió hacia donde estaba.

-¿Estás bien?-Contesté en vista a que parecía cansado... pero se veía tan lindo! No, Angela. Paul era parte del pasado.

-Eso creo.-Rió.

-¿Vamos?-Pregunté.

-Por favor.

A continuación pusimos la máquina en marcha y rugió al igual que las veces anteriores. Luego la confusión e irrealidad. Segundos después, rogué estar en Londres, Liverpool al menos. Sin embargo no era así. Parecíamos estar en otro lado... uno que conocía bien. A medida que íbamos acercándonos se veía más claro: Buenos Aires de 1920.

Por primera vez nos encontramos al aire libre. Estábamos parados en una esquina de un conventillo, quizás se tratase del barrio de La Boca.

Había muchas personas y todos los hombres estaban vestidos de traje y llevaban elegantes sombreros. Por primera vez, me gustó la combinación de espacio-tiempo que nos había tocado. Las personas nos veían algo extraño, quizás por nuestras vestimentas, pero varios de ellos pensaron que eramos inmigrantes, de Italia tal vez, por las extravagantes vestiduras.

El tango llenaba cada uno de los rincones del lugar, era asombroso. Y a medida que caía la tarde, las luces de las calles comenzaban a encenderse. 

Un viejo que tocaba el acordeón se encontraba sentado bajo un farol, con un semblante increíble. Y a su lado, varias parejas bailaban en la calle.

Pasamos un par de horas allí observando todo, hasta que decidimos que era hora de volver.

-Perdón.-Me disculpé con un extraño cuando, sin querer, lo choqué.

-No hay problema, amiga.-Contestó con una voz tan característica.

En ese momento subí la vista... no podía creerlo.

-¡Gardel!-Dije sumamente emocionada.

-¿Te conozco?-Preguntó extrañado.

-Ehh... recién te escuchamos cantar allá adentro.-Dije excusándome.-Jamás vi algo igual.

-Gracias.-Contestó y esbozó una sonrisa que se veía hermosa bajo su sombrero.

-Tenemos que irnos, adiós!-Me despedí en vista de que Paul estaba impacientándose.

-Chau. Suerte, amiga.-Exclamó con su voz rasposa y ese acento porteño inconfundible.

Nos alejamos lo bastante como para que nadie pudiese vernos y encendimos la máquina. Luego de que todo el proceso del viaje estuviese completo, notamos que, sea cual sea el lugar donde estuviésemos, llovía. Tenía cierta emoción de ver donde nos llevaría, pero me alivié de un modo inexplicable al divisar el Big Ben.

Y así finalizó nuestra aventura. Cuando nos dimos cuenta, estábamos nuevamente en mi habitación, como si nada hubiese sucedido.

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Hooola! Este es el ante-último capítulo, qué emoción (?) Tómenlo así como un regalo de año nuevo, espero que hayan pasado muy bien el último día del 2012. Ahora subo el último, si le pongo onda creo que llego.


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