martes, 29 de noviembre de 2011

Capítulo 8

Aquella antigua puerta se abrió rechinando, y una extraña figura se dibujó en ella. Era un hombre, anciano. Era extremadamente alto y delgado. Su cabello, rizado y canoso, estaba todo despeinado. Sus brazos y piernas eran largos, y sus dedos temblaban como los de cualquier hombre mayor. Sus ojos eran inquietantes, como si ocultara algo. Ambos nos quedamos callados observando a tal persona.
-Si?- Dijo aquel hombre de mala gana, acomodándose su cabello.
-Disculpe si llegamos en un mal momento.- Contesté ahora.
-Pff no importa.- Dijo nuevamente en un tono de voz más bajo. Definitivamente, antes de haber llegado estaba haciendo algo importante, y desde aquel momento quise averiguar que era.
-Usted es Alfred Smith?- Preguntó mi hermano.
-Si, si lo soy, y no robé nada.- Contestó y comenzó a cerrar la puerta. Si que tenía carácter!
-Espere!- Alcancé a decir antes de que cerrara la puerta por completo.
-No venimos a pedirle nada.- Dijo mi hermano. El hombre nos miró unos instantes e hizo un gesto de sorpresa.
-Angie? Félix?- Susurró. 
-Si...- Contesté al ver que el anciano se acercaba.
- Tanto tiempo! Qué los trae por aquí?- Preguntó buscando las llaves en su bolsillo, al parecer, lleno de cosas.- No importa, pasen pasen!
Con Félix nos dirigimos una mirada ese hombre era muy raro, pero simpático. Entramos a la vieja casa. Por dentro, era muy bonita, pero daba un aspecto de melancolía. El comedor tenía una gran mesa que lo atravesaba. Sobre ella, algo desordenado, había unos extraños libros. Las cortinas caían tapando las grandes ventanas que apenas dejaban pasar la luz del día. Las gotas de lluvia caían sobre un objeto metálico, haciendo un suave ruido relajante. La casa era enorme, y todas las casas viejas lo eran. 
-Vamos, tomen asiento.- Nos indicó Alfred.
Nos sentamos en esas grandes sillas. Él tomó unas viejas tazas que se encontraban allí y las sacudió un poco. Se notaba que hacía mucho que no había sido usadas.
-Té?-Preguntó.
-Si, gracias...-Contesté.
Sirvió una taza de té, de él salía humo, estaba muy caliente. Terminó de servirla y se la entregó a mi hermano. Pero en eso se detubo hablando. 
-Pero si no han cambiado nada! Qué los trae por aquí?-Preguntó.
-Verás, es una larga historia.-Comenzó mi hermano.
Y así proseguimos, íbamos intercambiando partes del relato, y él nos escuchaba atentamente, de vez en cuando, tocando su enrulado cabello.
-Me parece bien.- Dijo pensativo.- Me gustaría mucho que se quedasen aquí.
-Muchas gracias!- Contesté feliz.
-Y como llegaron hacia aquí?- Preguntó.- Más té Angie?
-Bueno, como no he tomado nada, no puedo tomar ''más''.- Respondí.
-Como quieras...- Dijo.- Bueno en que estábamos?
-No, no, quiero decir, si quiero té, pero...- Contesté
-Pero?..-Dijo esperando una respuesta.
-No importa.- Contesté y esbocé una sonrisa al ver la taza llena.
-En fin, quieren ver sus nuevas habitaciones?- Preguntó
-Claro!-Contestó mi hermano.
 La verdad es que mi tío me había caído muy bien, no tenía idea por qué mis padres no nos dejaban verlo. En realidad, mis padres nunca estuvieron de acuerdo con la carrera que él eligió, decían que no iba a asegurarle ningún futuro e iba a quedar como un científico loco, y a decir verdad, se parecía mucho a uno. 
Nos guió por un pasillo, este tenía muchas puertas de ambos lados.
-Pasen por allí.- Dijo.
Mi primera reacción fue ir hacia la puerta de la derecha, y estaba a punto de abrirla, pero Alfred me detuvo.
-NO!-Dijo y se puso algo nervioso.- Quiero decir, otro día les mostraré esa habitación, está muy desordenada. 
-Oh perdón, no sabía.- Contesté, pero a decir verdad no creí que estuviese desordenada, no podría ponerse tan inquieto y sospechoso solo por esa razón.
Al instante nos condujo hacia nuestras nuevas habitaciones. Estaban una al lado de la otra. La mía, tenía una ventana hacia la calle, a diferencia de el cuarto de Félix, que no tenía ninguna, debido a que a su lado, se encontraban como mínimo tres habitaciones más. Al voltear, mi hermano ya estaba dentro de la suya, y solo quedábamos Alfred y yo en el pasillo.
-Pasa.- Dijo abriendo una puerta.- No es muy grande, pero supongo que estará bien...
-Si,claro, gracias.- Contesté.
Pero, a diferencia de lo que dijo Alfred, si era una habitación grande, solo que a comparación de las demás parecía pequeña. Había una cama y a su lado un armario. Del otro extremo de la habitación, había un especie de sillón, al costado de este, varios discos viejos, y una guitarra. También en las paredes, colgaban cuadros, de paisajes.
-Bueno, te dejo sola, supongo que quieres acomodarte.- Me dijo Alfred con una sonrisa.
-Claro, pero...- Dije en un tono de voz más bajo.- No menciones a nadie que estamos aquí.
-Está bien.- Dijo y bajó las escaleras.
Que cansada estaba! Corrí y me tiré sobre la cama. Observé el lugar desde allí.  Era bonito, pero no podía esperar a conocer Penny Lane, Abbey Road, el Big Ben. Me dormí pensando en estos lugares, pero claro, yo aún no sabía el destino que me esperaría tan solo en unos días...

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